Me encantaría que mi abuela Gina estuviera viva hoy. Murió en el 2000 con 92 años, rodeada del amor y respeto que cultivó durante toda su vida, que pasó entre dos guerras, hambre, una enfermedad mortal (con 32 años, enferma de tubercolosis le diagnosticaron 3 meses de vida), un terremoto que destruyo su pueblo cuando tenñia 8 años.
Con todo el derecho del mundo para estar amargada y cabreada con el tiempo que le tocó vivir, nunca, nunca me habló de sus penurias y miedos, sino de la alegría que probaban cuando tocaban las sirenas del fin de la alarma aerea en un bombardeo, la mirada de su gran amor, una fiesta que se hacía con una guitarra y un “fiasco” de vino.
Todas las Navidades ella juntaba a toda la familia y pobre de aquel que no aparecía. Estaba prohibido hablar de problemas, política o divorcios. Nonna Gina era un catalizador positivo y todos nos sentíamos mejores, con más fuerza para superar todo aquello que no podíamos ni siquiera nombrar en su presencia.
Naturalmente he llorado con ella mis desilusiones amorosas y compartido mis miedos, pero su firmeza hacía el positivismo, su ejemplo, nos quitaba la razón enseguida: lo que ella había vivido eclipsaba lo nuestro, poniendo nuestras penas en su justa dimensión.
Su fuerza era su sonrisa, su mirada directa y franca, su compasión y su desmesurado amor, pero tonterías las justas: estabamos en el mundo para ser felices, en democracia, sin guerras, con vacunas, conociendo el mundo y estudiando en Universidades, formados e informados, conectados.
Ella sabía que (con Twitter o sin él) el ser humano necesita amor y respeto, libertad y dignidad, en sus relaciones, en la empresa, en su comunidad.
Cuando un brillantísimo Tal Ben Shaar nos habló de su libro “Happier”, de su popular curso en Harvard sobre “Positive Psychology” y de lo importante que es fijarse en los aspectos positivos, en las fortalezas, en lo que funciona en una relación, en una empresa, y no en todo lo contrario, pensé en mi abuela.
Peter Drucker, maestro del management moderno, escribió al final de su vida: “Lo importante no es encontrar las respuestas correctas, sino formular las preguntas correctas”.
Cuando haces una pregunta, creas una nueva realidad y escondes otras.
Cuando preguntas a tu mujer/marido “¿Que es que no funciona entre nosotros? “ estás sembrando una semilla negativa en tu relación.
Cuando le preguntas a tu hijo “¿Por qué eres tan malo en matemática para suspender este examen?” en vez de resaltar lo bueno que es en Conocimiento o en Música o Educación física, estás sembrando desconfianza y miedo en su joven cabeza.
Dile por favor cuanto es único para ti, que darias tu vida por él sin pensarlo un segundo, que su salud, su sonrisa son necesarias para ti como el aire que respiras, como su existencia ha cambiado para bien la tuya, haciendote más tolerante y menos egoista.
¿Y si aplicaramos el mismo cuento en nuestras empresas, con nuestros empleados, clientes, suministradores, alumnos, con la gente que tenemos el privilegio de liderar?
Tal Ben Shaar acabó su charla con la historía de Marva Collins, una humilde mujer de color que desde una humilde familia del racista sur de USA, trabajó toda su vida enseñando, cambiando las reglas.
Rechazó dos veces ser ministra de educación en su país, bajo dos distintos Presidentes, para seguir enseñando en su escuela, a los parias de la educación, a aquellos que fallaban en las escuelas públicas y privadas. Nadie fallaba en su camino posterior. Todos llegaban a la Universidad con éxito.
Con amor y firmeza, pero siempre resaltando lo bueno que hay en cada uno de nosotros.
A pesar de haber escrito varios libros de éxito, nos aconsejó leer este.
Que lo disfruten por favor.