jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Es bueno mostrar nuestras emociones?



Quiero daros mí opinión sobre el hecho de mostrar emociones, en privado, en público, en el trabajo, … y entiendo que a veces uno tiene la impresiòn que no es bueno enseñar debilidades en este mundo tan competitivo que a veces roza la crueldad.

Uno de los mejores profesores que tuve en la Universidad de Chicago fue Gareth Jones: sus clases sobre Leadership siguen resonando en mis oídos y constante su aplicación en la empresa.

Un gran líder es empático, enseña sus emociones y alguna de sus debilidades, sobre todo las que no son incompatibles con su puesto: ser nombrado director financiero de una empresa y reconocer en la comida de presentación que nuestra debilidad (entendido como que no somos buenos) son los balances y las cuentas de resultados, no parece una idea inteligente.

Me encantó ver a Roger Federer llorar después de perder la final del Open de Australia con Rafa Nadal en 2008: su llanto era sincero, dejó que todo el mundo le viese llorar y no le importó lo más mínimo.

¿Creeis de veras que sus adversarios le respetaron menos a partir de entonces?

No ha parado de ganar, venció en Roland Garros (el único Grande Slam que le faltaba) y ha vuelto a su sitio, a la cumbre, donde estará muchos años (Rafa permitiéndolo).
No hay nada malo en expresar nuestras emociones en público, en el trabajo: eso nos haces más cercanos y cuanto más arriba en el escalafón jerarquico estemos, mejor.

Hay que saber leer el contexto y quizás tampoco sea una buena idea ponerse a llorar en una junta de accionistas delante de todas las camaras y el mercado entero, pero si pasara, Federer nos ha enseñado que por eso él no fue menos campeón en los años siguientes, sino todo lo contrario.

Sean ustedes mismos.

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